Cuántas veces más veré este paisaje querido,
cuántos días más una mañana sucia
como esta de julio
me asaltará a las pupilas y se incrustará en mi cerebro,
hasta cuándo permanecerá esta imagen
en el limo de mis sesos.
Y con qué estupidez de pensamiento
se entrevera este aire cálido de verano.
Soy una piedra lanzada a este bosque,
a estos árboles y a estos pájaros
atravesando el horizonte sucio
de una mañana sucia
por la que no volveré a transitar.
La piedra y yo lo sabemos.
Y vivimos como si lo ignoráramos,
en el aire,
a punto de caer.
Siendo piedra hasta el final.
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