Y A E S N A V I D A D
Ya están próximas las Fiestas de Navidad. La ciudad se prepara para celébralas, engalanando sus calles con atractivas guirnaldas y múltiples luces de variados colores, que dan a las mismas un aspecto radiante de alegría.
En algunas céntricas calles y jardines adyacentes, que tienen en sus aceras árboles, también lucen, entre sus ramas, diminutas bombillas de diferentes colores que tenuemente iluminadas, envían, con sus parpadeos, mensajes de felicidad a los viandantes que por allí transitan.
Igualmente, las fachadas de algunos edificios más emblemáticos de la ciudad, también han sido ricamente iluminadas, resaltando la belleza de sus adornos arquitectónicos
Multitud de personas recorren las céntricas calles de la ciudad, en un alocado ir y venir, contemplando la infinidad de artículos que las numerosas tiendas, ofrece en sus escaparates ricamente adornados. Todos estos viandantes, llevan en sus manos bolsas y paquetes con los regalos, que como muestra de buena voluntad y cariño, ofrecerán a sus seres queridos en estas próximas fiestas
Noelia, es una bella jovencita de 10 años, que desde la ventana de su modesta casa, contempla el fascinante espectáculo de las luces de la ciudad que hasta ella llegan, con un guillo de complicidad. Su alegría es grande, pues en estas fiestas, son días de comer pasteles, turrones y, sobre todo, esperar con ilusión, los regalos de los Reyes Magos, que ella este año confía le traigan esa linda muñeca que tanta ilusión le hace.
— ¡Oye mama! —le dice— Tú crees que este año los Reyes Magos me traerán esa muñeca tan "chuli" que hemos visto,
La madre, aparta la vista de la ropa que está confeccionando y, con los ojos humedecidos por el dolor de una madre, contempla, con infinita ternura a su hija. ¿Cómo le dice a la pequeña Noelia, que este año las Fiestas serán muy tristes y que los Reyes Magos, quizás pasen de largo? La familia está pasando por momentos muy difíciles, debido a la falta de trabajo del padre, y esto se nota en la vida del hogar.
Haciéndose eco de la ilusión de su hija, ella no tiene más remedio que decirla la verdad a la niña. No puede esperar que lleguen esos días, en que la pequeña espera celebrar las fiestas con dulces y recibir, en la noche de Reyes, su muñeca preferida. ¡Qué despago se llevará en ese momento, cuando se encuentre, con la desagradable sorpresa, de no tener nada… de nada!
— ¡Mira hija!, —le dice con voz quebrada por el dolor—. Este año posiblemente no podamos celebrar la Navidad, como a ti te gustaría, tu padre está sin trabajo y los tiempos son difíciles. Yo no sé si los Reyes Magos habrán recibido la carta que tú le mandaste pidiéndole esa muñeca que quieres. Quizás habrá que esperar al año que viene
Noelia, a pesar de su corta edad, comprende la situación familiar y las dificultades por las que están pasando sus padres. Recuerda algunas de las palabras que ha escuchado en las conversaciones de ellos, comentando la situación, incluso los esfuerzos que ellos mismos tienen que hacer para que ella no se dé cuenta de nada.
La niña, todas las tardes sale a pasear por las calles de la ciudad, le gusta ver las tiendas de juguetes con sus escaparates llenos de muñecas, de diferente estilos, ricamente vestidas con variados trajes, ¡que son un primor! Las gentes se aglomeran en los establecimientos, comprando diversos regalos para mayores y pequeños, todos ellos son generosos en sus compras. La multitud cruza la calle, bajo una bóveda de luces de diferente colorido que hacen más agradable pasar bajo ella.
Llena de curiosidad, se va deteniendo en los escaparates de algunas pastelerías para ver la variedad de dulces y exquisitas golosinas que para estas fechas allí se ofrecen, ella con solo verlas, se relame los labios y… continúa su paseo. En otras tiendas de ropa, contempla los vestidos que quisiera que su madre le comprara y que tanto le gustaría tener.
Transita por las diferentes calles y plazas, todas ellas muy concurridas en estas Fiestas y en todas ellas encuentran algo con que distraerse. En la Plazas Mayor, hay numerosas casetas en las que se exhiben y se venden diversos artículos, ella va caminando y se detiene en algunos puestos, para ver con más detalle todo lo que allí se ofrece. De momento, escucha una música que envuelve el ambiente y, que no le es conocida, pero no obstante, le gusta escucharla. Decide ir en busca de ella.
La música procede de la cercana Iglesia de La Purísima. Movida por la curiosidad, propia de su edad, se acerca hasta el Templo. Se detiene ante el Pórtico, ricamente adornado con infinidad de figuras, que a ella tanto le llaman la atención y nunca se cansa de mirar. Finalmente abre la puerta de la Iglesia y, observa su interior, con manifiesta curiosidad y, al final, se decide entrar. El Templo está envuelto en una tenue penumbra, solamente iluminado por las pequeñas lamparillas ubicadas en las pequeñas Capillas que están dedicadas a un determinado Santo.
Por los rosetones, que adornan la bóveda de la Iglesia, entra cierta luminosidad al interior del templo Esta falta de luz, no le impide ver cuántos objetos adornan la iglesia. En su recorrido por el interior de la misma, sigue escuchando aquella música que tanto le agrada y que fue el motivo de su entrada. La música que se oye —es gregoriana— y procede de un viejo órgano, situado en el coro alto de la templo y que alguien magistralmente la está tocando.
La niña, lentamente se dirige al fondo de la Iglesia, caminando por el pasillo central, va observando, a ambos lados de la nave, todo lo que la rodea: altares, capillas y cuantas imágenes le salen al paso. Cuando llega al Altar Mayor se para ante una imagen de la Virgen con el Niño en Brazos, que preside el Altar. Mira y la remira, varias veces y después de observarla detenidamente con todo detalle, se dirige a Ella y le dice:
— ¡Oye Virgen!, ¿tú y tu Hijo, sí que celebráis la Navidad?... Mis papas y yo, no la celebramos, ellos no tienen dinero.
Ella queda en silencio contemplando a la Señora. Espera su respuesta, que no se produce. Al poco rato la dice.
— ¿A tú hijo también le traen juguetes los Reyes Magos? ¡A mí, nunca me han traído nada! Mis cartas no llegan a donde ellos están.
Permanece quieta un poco tiempo, mirando la imagen y, esperando nuevamente su respuesta. Como ésta no se produce, se despide.
— ¡Bueno Virgen… me voy a casa!
Con su manita le dice adiós y, dándoles la espalda, se dirige a la puerta.
En el interior del templo sigue sonando esa música que tiene fascinada a Noelia y que tan grato recuerdo va dejando en ella.
. . .
Han pasado los días, por fin ha llegado el día tan esperado. Ya es Navidad. Noelia ve como las gentes se mueven en alocado frenesí de un lugar a otro y observa los preparativos que ellos hacen para celebrar la fiesta de esa noche. Los establecimientos están llenos de personas comprando una y mil cosas. Todo es alegría y felicitaciones de "Feliz Navidad"
Ella está en casa con sus padres y no ve tantos preparativos. La cena que ellos han dispuesto para celebrar tan magno acontecimiento, es muy simple. Solo hay una bandeja con algunos alimentos muy humildes, que sus padres los compartirá con ella, con gran cariño. No tienen otra cosa que ofrecerle.
De pronto… allá, en la lejanía de la calle, se empieza a escucharse, tenuemente, los acordes de una música. Noelia la escucha y presta atención. Sabe que es la misma melodía que oyó cuando visito el Templo, es la música gregoriana que tanto le gustó. La melodía se va escuchando cada vez más cerca…, ya debe estar en la puerta de su casa. Es entonces, como si movida por un fuerte resorte, se pone en pie y se acerca corriendo hasta la ventana. Con su carita pegada a los cristales, observa como allí fuera, donde suena la música, envuelta en un gran resplandor, de mil colores, está la Señora, la Virgen con el Niño, que ella viera en la iglesia.
Corre hasta la puerta de la casa, la abre impetuosamente, esperando encontrarse con la Señora y, casi tropieza con unos paquetes que hay en el suelo. ¡Qué desilusionada se ha queda, la Señora y su Hijo no están!
Los padres asustados por la actitud de su hija, salen corriendo detrás de ella, hasta el portón de la casa y, contemplan asombrados, los muchos paquetes que hay en el suelo.
— ¿Qué es esto Noelia, —preguntan confusos— quien los ha traído?
— ¡Los ha traído La Señora que conocí en la Iglesia y que estaba con su Hijo! Yo la pregunte si ellos celebraban la Navidad. ¡Pero no me contesto!
Noelia esta como loca. Hay muchos paquetes. Coge uno de ellos, lo mira por uno y otro lado y, lo vuelve a dejar donde estaba. Así va haciendo con cada uno de ellos, no sabe por dónde empezar. Su nerviosismo es grande.
Los padres miran aquellos envoltorios y, al mismo tiempo, contemplan la carita de su hija, que loca de alegría los va mirando todos.
A medida que van abriendo los paquetes, comprueban que no sólo hay abundante y exquisita comida, sino también una caja un poco más grande que las demás. Noelia, intrigada, coge la caja entre sus manos, la abre y cuando mira su interior, se queda alucinada, su carita se ilumina con una expresión de asombro y alegría…. Allí dentro esta la muñeca tan "chuli" que ella quería.
La música gregoriana, que pone fondo a cuanto allí sucede, sigue oyéndose. Los padres de la niña, también la escuchan, pero poco a poco sus acordes se van perdiendo en la lejanía.
La Señora y su Hijo, ya no están, se ha ido, pero han dejado, en aquella casa de una familia humilde, la felicidad de una niña y sus padres, en unas fechas tan emblemáticas.
La ilusión de Noelia, se había cumplido,
FIN
RAMARIM
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