A ti madre, que una mañana
de otoño te desplegaste
para otorgarme la vida
para poder abrazarme.
Consolaste mi llanto
si me pellizcaba el hambre,
si veías que temblaba
me cubrías para abrigarme.
A ti, que aunque lo necesitaras
renunciabas a comprarte
un abrigo o un vestido
cuando el tuyo no te vale.
Te quitabas tu sustento
de la boca para darme
un mendrugo que curaba
las dentelladas del hambre.
Una bonita sonrisa
encendía tu semblante
a la que no pudo resistirse
cuando fue joven mi padre.
Hoy han pasado los años
pero no han pasado en balde
un señor con feo nombre
empeñado está en conquistarte.
Se ha encaprichado contigo
sea noche mañana o tarde,
en silencio te conduce
por caminos insondables,
no te permite cocinar
ni te permite asearte
se empeña en esconder tu bolso
tus gafas, cartera y llaves.
Es egoísta y celoso
solo quiere doblegarte
alejarte de nosotros
y convertirte en su amante
Es desigual esta lucha
y sé que él va a ganarme,
te convertirá en una niña
yo, me volcare en cuidarte,
te cobijaré en mis brazos
cuando el olvido te atrape
te susurraré al oído
¡te quiero, querida madre!
PILAR HERNÁN ARENZANA
No hay comentarios:
Publicar un comentario