jueves, 2 de julio de 2015

23. EL REGALO por Leandro Fernández

Ayer cerré los ojos por última vez. No sé donde estoy ahora, Percibo sombras y de soslayo algún reflejo, quizá una luz. No tengo miedo, aunque parezca extraño; en cualquier caso esperaré tranquilo el devenir de los acontecimientos; esta situación no me genera ansiedad, sí curiosidad, a fin de cuentas el querer saber es condición del ser humano, aunque, sin embargo, ya no lo soy, de eso tengo la certeza.
Un instante antes de mi partida vi tus ojos lagrimosos y tristes, me hubiera gustado decirte  <<Siempre te he querido>>,  aunque creo que ya lo sabes, mas las nulas fuerzas que albergaba me lo impidieron. Confío en que hayas podido interpretar mi última mirada, en ella quise expresarte todo lo que no fui capaz de transmitirte de forma meridiana a lo largo de nuestra vida en común.
Juntos atravesamos gruesos muros y emergimos de entre tormentas perfectas, pero también la luz del día nos sorprendía con ilusiones renovadas, con emociones compartidas.
Me llevo esos ojos tuyos de color almendra, esa mirada felina y enigmática, y la provocadora sonrisa que me cautivó nada más verla por vez primera, cuando despertábamos de la niñez.
No te olvides de las estrellas a las que encomendábamos nuestros sueños y que bajo su tenue luz nos susurrábamos las primeras palabras de amor.
Te esperaré allá donde me encuentre y, si veo que tardas demasiado, suplicaré volver a nacer para hallarte de nuevo.   
No te olvides de recordarles a ellos, a nuestros hijos, lo que ya saben: que fueron un regalo,  aunque para mí haya llegado la fecha de caducidad, pero que sepan disfrutar del suyo, de esos pequeñines que les harán comprender que la vida vale la pena. 
Debo dejarte, percibo algo en mi interior, no es una voz, tampoco son mis pensamientos, no creo que se pueda pensar en mi situación… Siento inquietud… Adiós, mi niña, te quiero.
—Hola, vaya, con esa pila de libros que llevas no me extraña nada que se te hayan caído.
—¡Ah!, sí, hola, es que mi madre se empeñó en que me los llevase todos a la Academia esta mañana. ¡Vaya desastre!
—Espera, te ayudo; tienes unos ojos muy bonitos ¿Sabes?, se parecen al color de las almendras…

Leandro Fernández

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