ETERNO NÁUFRAGO
Me siento en una inmensa nada viendo acercarse en el horizonte la Ítaca deseada,
tan próxima a la vez que inalcanzable, alejándome de ella por una perpetua calma,
de mi isla solo recibo viento cegador, hecho de polvo de culpabilidad,
esa que niega a las velas tatuadas de esperanza, cualquier soplo de vientos de libertad,
castigo por haber partido hacia un mundo en decadencia, habitado por seres indolentes,
que pronto ya solo serán párrafos épicos en los estantes de relatos del tiempo que fue.
Busqué ignorante del precio, ser partícipe en la historia, cronista de mi propia leyenda.
Que lejos estoy de la sabiduría del viajero, la pena ahoga todo aprendizaje,
no describo las maravillas de lo conocido, de lo descubierto,
soy ánfora rota en la que se pierde el conocimiento que allí se derrama.
Por ahora he conseguido hacerme un hueco en este gran vacío,
con un vital y único propósito, seguir navegando sobre las olas del destino,
esperando la caída del telón en las tablas de azul marino, escenario de mi errática travesía.
Soy un simple espectador de mi vida que transcurre entre frustración del apátrida
y el convencimiento del sin rumbo, cuya brújula nunca marca estelas hacia su hogar.
Me siento isla, soy Atlántida condenado a ser engullido por mi prepotencia,
por haber sido negligente e inconsciente, aquel que negó siempre las evidencias,
el que se escondió en las profundas aguas de la soberbia,
uno que ofendió a alguna divinidad celosa de la independencia del espíritu humano,
aquel que usó la inteligencia para escapar de la superstición impuesta,
de las ataduras, de las creencias que se sostienen en una sola palabra, fe.
Por ahora estoy a salvo en la balsa de los náufragos, esos que van a la deriva,
mecidos por un mar de conformismo, guiados por el desengaño, incrédulos en el mañana.
Mientras, un continuo oleaje de mentiras y falsas esperanzas,
hacen desaparecer una a una las playas de la verdad con su ya escasa y húmeda arena,
allí es dónde se esconde el corazón quebrado de mi humana naturaleza.
Quiero ser afortunado y aunque sea asomado al abismo de este infierno de creación divina, poder engañar a la parca y retornar al puerto de mis ancestros,
dónde unas sabias manos tejen y destejen el tiempo a la espera de un posible reencuentro.
Si finalmente sigo vivo, deseo que, en mi hatillo, equipaje simple para todo un sueño,
lleve simiente de nueva vida, de cambio, de un renacer a una nueva existencia,
que será plantada al arribar a la por ahora tierra añorada y mitológica,
y que, si hay una nueva odisea deje de ser héroe y nauta solitario,
sea únicamente el timonel que trace el rumbo de regreso a mi patria amada.
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