4. MI TIO MIQUEL
Mi abuela siempre
le decía:
-No te fiques en
líos, Miquel.
Pero Miquel lo
llevaba en la sangre, su padre, mi abuelo Miguel era militante de la CNT. Aunque
hay que reconocer que lo era por sus aficiones teatrales. La CNT de Mislata
tenía un grupo que todos los meses representaban una obra del repertorio
clásico español.
Miquel, con doce
años leía los textos con verdadera devoción. Como enseguida se los aprendía, le
propusieron hacer de apuntador. Su obra favorita era Don Juan Tenorio. Se
podían pasar horas y horas recitando aquello de: "no es verdad, ángel de
amor que en esta apartada orilla…"
El galán
joven de la "compañía" era Pepe, que trabajaba en una imprenta del
Paseo de la Pechina. Pepe sí era un verdadero sindicalista. En sus ratos libres
leía a Bakunin y le explicaba a Miquel la ideología anarquista. Era un devoto
de Durruti, a quien seguía por las noticias de los periódicos y los boletines
internos del sindicato. Así transcurrieron los años de la República.
Por su mediación,
mi tío Miquel se empleó en la imprenta. Mientras le enseñaban los secretos del
oficio, también lo utilizaban para hacer recados. Conoció a Isabel, la hija del
propietario. Con solo 15 años era una joven que lo enamoró nada más verla.
Cuando el
18 de julio las emisoras de radio difundieron la noticia del golpe de estado,
Pepe y Miquel acudieron a la
central sindical para reclamar armas y una vez conseguidas, junto a otros
camaradas se dirigieron al cuartel de la Alameda para hacer frente a los
militares sublevados. Cumplida esta misión con éxito, con el tiempo justo de
despedirse de sus novias y familiares, el sindicato les facilitó unos camiones
con los que marcharon al frente.
Miquel enviaba
todas las semanas una carta, tanto a sus padres como a Isabel. Con unas letras
redondas y una perfecta redacción les explicaba su vida en los diferentes
destinos: Aragón, Madrid, Cataluña…
Cuando terminó la
guerra, la mayoría de los jóvenes fueron volviendo al pueblo. Pero de
Miquel no había ninguna noticia. A los dos meses volvieron a recibir sus
cartas, tan esperadas. Pero la letra había cambiado y apenas pudieron
entender que se encontraba en algún lugar de Cádiz, preso y condenado a
muerte.
Mis abuelos,
Isabel y su familia acudieron a las autoridades locales y al señor cura. Pero
no sacaron nada en claro de aquellas gestiones. Unos días después, Isabel
desapareció. Durante tres semanas nadie conoció su paradero. Regresó convertida
en otra mujer. De su juventud no quedaba nada. Su cuerpo parecía que se había
encogido y su mirada extraviada no presagiaba nada bueno sobre su estado
mental. No quiso explicar dónde había estado y qué experiencias había
podido vivir en esas tres semanas. Únicamente decía que ahora tenía poderes
espiritistas, que sabía comunicarse con los muertos.
Los familiares de
otros jóvenes también desaparecidos acudían a ella. Hacían sesiones cuyo
contenido siempre fue un secreto para todos.
Al cabo de pocos
meses, Isabel volvió a desaparecer, esta vez de forma definitiva. Sobre la mesa
del comedor de su casa dejó una nota a sus padres: "No me esperéis. Me voy
en busca de la luz y la verdad. Adiós."
Nunca más se supo
nada de ella
De nuevo las
gestiones ante las autoridades no dieron ningún fruto. La contestación que
recibieron fue una frase que mucho después siguen repitiendo los hijos y nietos
de aquellos que mandaban entonces.
Les decían
: "mejor no meneallo".
JOSE SANCHIS
CISCAR
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